domingo, 3 de febrero de 2013

SI NO TENGO AMOR NO SOY NADA


DOMINGO 3 DE FEBRERO DÍA DE LA PAZ

MONICIÓN DE ENTRADA

-¡Buenos días hermanas y hermanos! Como cada domingo, nos hemos reunido a celebrar la Vida y de una forma especial, hoy, a celebrar la Paz.
-¿Cómo podemos celebrar la paz cuando hay tantas miserias, injusticias, dominaciones, odios, rencores, guerras y desigualdades en nuestro mundo?
- Si nosotros mismos andamos siempre con la violencia a flor de piel en el día a día. Nos peleamos, nos ponemos malas caras, nos creemos mejores que los demás…Pacíficos, pacíficos, la verdad es que no somos.
-Si lo miramos de esta manera, pues mejor nos vamos a casa. Pero hoy os invito a que lo veamos con otros ojos. Pensemos en todas las personas que defienden la justicia a través de la denuncia pacífica y el diálogo, en todas las manos tendidas para ayudar sin condiciones, en el respeto y la acogida a todos por igual, en la solidaridad, sobre todo en estos momentos de crisis, en la disponibilidad de tantas y tantas personas, en las sonrisas de los niños…¿no son todas éstas manifestaciones de paz? De una manera u otra todos la deseamos, la buscamos, la necesitamos.
- Es verdad, solo cuando vamos por el camino de la paz somos más felices y hacemos también felices a los demás. Jesús nos demostró que es posible. Y merece la pena celebrarlo.

PERDÓN

-Por las guerras entre los países
-Por las injusticias y desigualdades
-Por la opresión y el sometimiento de los más pobres
Perdón, Señor, perdón

-Por las peleas familiares
-Por los odios y rencores en el trabajo, en el colegio, en el barrio.
-Por las críticas destructivas, faltas de respeto y prejuicios.
Perdón, Señor, perdón.

-Por nuestras guerras interiores.
-Por la falta de reconciliación con nosotros mismos.
-Por nuestra poca confianza en Dios.
Perdón, Señor, perdón.

MONICIÓN A LAS LECTURAS

Como primera lectura de hoy queremos invitaros a escuchar dos fragmentos de unos textos que nos muestran el espíritu de dos grandes defensores de la paz: Mahatma Gandhi y Monseñor Romero.

Gandhi supo contagiar en el corazón de todos los hindúes la fuerza de la paz. Estas son sus palabras:
"Para ser un verdadero reformador he intentado evitar la violencia. La no-violencia no significa renunciar a toda forma de lucha contra el mal, sino todo lo contrario. Es una lucha activa y real, pero no con el odio ni con las armas. Solo la no-violencia puede salvar a la humanidad. La no-violencia es el mensaje central de la Biblia, así es como yo entiendo el "dichosos los pacíficos" que dijo Jesús en el sermón de la montaña."
"La fuerza de la no-violencia es la fuerza más grande que el hombre tiene a su disposición. Es más poderosa que el arma más destructiva inventada por el hombre. Y la no-violencia comienza en el mismo instante en que amamos a los que nos odian.

Oscar Romero, obispo de San Salvador (El Salvador), vivió momentos muy difíciles de injusticias y abusos en su país. Se puso en todo momento de lado de los pobres denunciando públicamente las injusticias y crímenes de los poderosos. No se dejó contagiar por aquel odio brutal ni por el rencor, pero lejos de hacerle callar denunció con más fuerza a través de sus homilías toda la barbarie cometida. Rechazaba toda respuesta violenta. Su amor era tan fuerte que seguía queriendo a los asesinos, a los que llamaba “hermanos”, y a la vez seguía denunciando sus crímenes. Fue asesinado por sus enemigos mientras celebraba la Eucaristía, y antes de morir, en el suelo del altar dijo sus últimas palabras: “Que Dios tenga compasión de mis asesinos”.

Canto: Si no tengo amor no soy nada…

Los textos que acabamos de leer son una clara manifestación de la invitación que nos hace San Pablo en la segunda lectura: el canto al amor. No puede haber paz si no hay justicia, y no habrá justicia si no hay amor. El amor es más fuerte que todo y es lo que siempre quedará.

El Evangelio de hoy se sigue repitiendo en nuestros días. “Nadie es profeta en su tierra”. A Jesús le costó la vida amar y defender la paz por encima de todo. Hoy siguen existiendo muchos como Jesús de Nazaret, como Gandhi y como Óscar Romero que siguen dando su vida por los valores del Reino.

HOMILÍA


Todos buscamos la paz, la necesitamos. No hay nada como vivir en paz con los demás y con nosotros mismos. Sin embargo, no es una tarea sencilla. Es fácil dejarse contagiar por el odio, el rencor y por nuestras propias miserias. “Esta me la paga”, “esto no quedará así”, “a esos hijos de… les deberían hacer lo mismo”… Estamos familiarizados con frases como éstas. Las escuchamos en la televisión, en nuestro trabajo, en nuestra familia, en el colegio, en boca de nuestros amigos y vecinos y en la nuestra propia. Y es que las injusticias nos indignan y nuestras limitaciones nos enojan. Por otro lado, somos conscientes de que la violencia, física o verbal, no nos lleva a ninguna parte y no soluciona nada.
Como nos han mostrado las distintas lecturas, nos resultará más fácil ser constructores de la paz si tenemos el corazón lleno de amor, con mayúsculas, ese amor que muy bien define San Pablo en su carta a los corintios.
(Cada uno tenemos una mano con una frase incompleta. De forma individual la vamos a completar. Nos juntamos en grupos con los del banco de atrás para compartirlo durante cinco minutos. Después, uno de cada grupo recogerá las manos y las acercará al altar donde nuestras secretarias las irán colocando en el cartel. Y si lo desea puede compartir con toda la comunidad muy brevemente aquello que les ha llamado la atención de forma especial.)
“Construyo la paz cuando…”

PETICIONES


-Que cada día crezcan más sonrisas para construir el camino de la paz.
Señor, danos tu paz.
-Que seamos capaces de encontrar la paz interior que tanto necesitamos.
Señor, danos tu paz.
-Que sepamos denunciar las injusticias de forma pacífica, desde el amor que Dios nos da.
Señor, danos tu paz.
-Que las víctimas de la violencia encuentren en nosotros la esperanza y el camino de la paz.
Señor, danos tu paz.
-Que nuestros conflictos personales, familiares y sociales sean siempre resueltos con el diálogo y el respeto.
Señor, danos tu paz.
-Que sepamos agradecer todas las cosas bellas que Dios nos ha regalado, incluida la paz, y las pongamos al servicio de los demás.
Señor, danos tu paz.

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