jueves, 28 de noviembre de 2019

HISTORIA DE UN LIBRO SOLIDARIO

Juan estaba limpiando las estanterías de su cuarto, cuando de pronto…

- ¡Cataplof! ¡Ayyyy!


La sorpresa de Juan fue mayúscula cuando miró hacia el suelo y vio un libro tirado en él con sus páginas abiertas, sobre todo porque habría jurado que de él había salido un lamento.



- No te quedes ahí parado con cara de bobalicón. Si eres tan amable, por favor, recógeme con cuidado; creo que me he lesionado el lomo y además estoy bastante viejito.


- ¿¡Ehh!? Pero, ¡si hablas! Dios mío, en mi vida había visto algo parecido, ¡un libro que habla!


- ¡Pues claro que hablo! Los libros tenemos mucho que decir, y mi historia es sorprendente. Si yo te contara…


Juan recogió con mucho cuidado el libro del suelo, lo cerró y se quedó contemplándolo como si de un tesoro se tratara.


- “La vuelta al mundo en 80 días”. Me lo regaló mi prima Elena para el cumpleaños, todavía no lo he leído.


- Soy interesante, ya lo verás. Pero yo más bien me titularía “La vuelta a Valdefierro en 365 días”.


- ¿Qué me estás diciendo? ¿Por qué ese título? No entiendo nada…


- Ya te he dicho que mi historia es muy larga y tengo mucho que contar.


- ¡Madre mía, no se lo van a creer mis amigos, un libro que habla! Perdona, ¡cuenta, cuenta!


- Mi historia, me refiero a la que de verdad importa, se remonta a tres años atrás. Yo vivía muy triste en una caja de cartón en el cuarto trastero de una casa. Un buen día, alguien me sacó de allí junto con mis compañeros de olvido. Me limpiaron, me adecentaron un poco y me sacaron a la calle. Estaba intrigado, pues no sabía qué iban a hacer conmigo, pero a la vez me sentía contento porque intuía que algo especial iba a ocurrir. Me llevaron hasta unos locales y me dejaron junto a otros cientos de libros apilados en mesas, en cajas, y hasta en el suelo. Allí había varias personas con un gran trajín, de aquí para allá: los cogían, los clasificaban, los arreglaban y pegaban con mucho mimo si estaban algo deteriorados y los volvían a colocar en cajas con gran cuidado. También a mí me tocó el turno. Yo ya venía limpito de casa, pero aun así me trataron estupendamente y me colocaron una etiqueta en la portada. Las personas que allí estaban eran muy amables. Se oían risas y conversaciones muy animadas. Intenté escuchar lo que decían, puesto que estaba bastante intrigado y quería saber qué pretendían hacer con nosotros. Todas mis hojas se iluminaron cuando descubrí que íbamos a ser vendidos de nuevo y con el dinero que se obtuviera ayudarían a las personas más desfavorecidas. No te puedes imaginar lo feliz que me hizo. ¡Iba a volver a ser útil! Por un lado, me volverían a leer, volvería a entretener a alguien con mis páginas; pero lo mejor de todo era que iba a poder ayudar a otras personas a mejorar sus vidas. ¡Llevar ilusión y esperanza me pareció un milagro, un regalo maravilloso!


- ¡Qué pasada, amigo!


- Gracias por lo de amigo; es cierto que los libros somos buenos compañeros, pero no todo el mundo nos ve así; hay a quien les parecemos un rollo, ¡es una pena! Bueno, sigo contándote.


Después de estar unos cuantos días en aquellos locales, días en los que iban llegando libros y más libros, una mañana nos sacaron de nuevo a la calle. Nos fueron colocando por temas -yo estaba en la sección juvenil- en unas mesas largas muy bien preparadas. Alrededor nuestro se podían ver unos enormes carteles que decían: “Venta del libro solidario” y explicaban los fines para los que iba a ir destinado todo el dinero que se recaudara. Me puse muy contento y con el lomo bien enderezado para que se fijaran en mí. Me compró Marta y me llevó feliz a su casa. Después de haberme leído fui prestado a Lucía; más tarde fui regalado a Jorge, y éste volvió a traerme al año siguiente al mismo lugar. Durante dos años he sido amigo no solo de Marta, Lucía y Jorge. Fui vendido de nuevo y conocí a Raquel, a Víctor, a Luis, a Mario, y a unos cuantos más… Y ahora te he conocido a ti, de lo cual me alegro enormemente porque, gracias a este encuentro, todo el mundo podrá saber mi historia.


- Es increíble la cantidad de vueltas que puede dar todo en la vida, en este caso los libros.


- Y también las personas; así que no te quedes ahí parado, que tú también puedes hacer algo.


- Ya sé lo que vamos a hacer. Recogeré a todos tus compañeros que ya he leído, os llevaré a los locales de la parroquia y después saldré a contárselo a todos mis amigos. Cuantos más seamos, más conseguiremos.


Y así fue como Juan y “La vuelta a Valdefierro en 365 días” consiguieron que este año la campaña del “libro solidario” fuera todo un éxito, y no solo por la gran cantidad de libros que se llevaron para vender sino también porque lograron que todo el barrio se sensibilizara con los más necesitados. Todo el mundo quiso colaborar como pudo: se hicieron bizcochos, pulseras, abalorios… Cada granito de arena contribuyó a formar una gran montaña desde donde podía contemplarse el mundo de otra manera: con más ilusión, con más fraternidad, con más alegría, con más esperanza…


Y colorín, colorado, este cuento no ha terminado. ¡Y ojalá que nunca termine!