miércoles, 25 de marzo de 2009

ASTRONÓMICO BARRIO

Asociación Las Estrellas
(Publicado en El Porche nº 9, Febrero 2009)

Éste es el Año Internacional de la Astronomía en Valdefierro: ya que no lo hace nadie, nos lo inventamos nosotros, pues en un barrio como el nuestro, en el que hay cuarenta y dos calles con nombres astronómicos, no podemos por menos que felicitarnos por ello y dar algo de nuestra propia cosecha.

Ha habido y hay diversas opiniones sobre el origen del nombre de nuestras calles, hemos investigado el tema y, después de diversas consultas, entre ellas a un veterano ex párroco de nuestra parroquia, se llega a la conclusión de que los nombres astronómicos fueron otorgados mayormente por los estudiantes universitarios del antiguo S.U.T., que venían al barrio a colaborar y a echar una mano en las parcelas y en la iglesia parroquial, sin que pueda negarse cualquier otra pequeña influencia en el tema. En cuanto al resto de los nombres no astronómicos, la conclusión es que fueron puestos por los propios vecinos. La cuestión ahora es que celebramos este Año Internacional sobre la Astronomía y que Valdefierro es un referente, con un amplio muestrario de nombres astronómicos que van desde las galaxias hasta los asteroides, y desde las nebulosas a los planetas.

Todo eso es un depósito cultural y contribuye además a definir nuestras señas de identidad como zona urbana dentro de Zaragoza. Apenas habrá profesional dedicado al transporte público que ignore hacia qué zona de la ciudad debe dirigirse cuando le decimos, por ejemplo, que nos lleve a la calle Marte. Y hasta es posible, como en tantas ocasiones ha ocurrido, que el profesional haga su comentario relativo a los curiosos nombres de nuestras calles.

Hay personas del barrio que, en consonancia con toda nuestra astronomía callejera, y ahora con la relevancia de este supuesto Año Internacional, ha propuesto que en el barrio debía montarse un pequeño observatorio astronómico en el antiguo depósito del agua, de propiedad municipal, ubicado en el recinto de Torre Pajaritos. Como alguien dijo, corren malos tiempos para la lírica, que traducido a la situación actual sería como decir “…corren malos tiempos económicos para hacer estas cosas”; pero también nosotros podemos decir que en otras cosas de menos cultura, menos necesidad y más cutres gastan nuestros políticos los dineros…

Nuestra imaginación vuela hacia la posibilidad del pequeño observatorio, hacia la formación en el barrio de un grupo de aficionados a la Astronomía, y hacia nuestros primeros vecinos que en horas de noche alumbraban sus trabajos de hacer sus parcelas con sus carbureros y el lejano resplandor de las estrellas. Y, si además, como alguien ha dicho, todos estamos hechos de polvo de estrellas, con esos antecedentes era lógico que nos saliera el más astronómico de todos los barrios.

martes, 17 de marzo de 2009

CUARESMA: ESTRELLA EN EL CAMINO HACIA LA LUZ PASCUAL

Manuel Romanos
(Publicado en El Porche nº 9, Febrero 2009)

En medio de este inmenso planisferio que es nuestro barrio de Valdefierro y contemplando este cielo estrellado que es este número de la revista, me toca a mí la misión de aguar un poco la fiesta anunciando que un año más nos preparamos en la Iglesia universal y, en concreto, en nuestra parroquia, para celebrar la Cuaresma, el itinerario cuaresmal de cuarenta días que nos llevará al triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón del misterio de nuestra salvación. Es un tiempo propicio en el que la Iglesia invita a los cristianos a tomar una conciencia más viva del Misterio de Cristo y a vivir con más profundidad el propio Bautismo.
Con su duración de cuarenta días, la Cuaresma adquiere una indudable fuerza evocativa. Pretende recordar algunos de los acontecimientos que han marcado la vida y la historia del antiguo Israel, volviendo a presentarnos también a nosotros su valor: pensemos, por ejemplo, en los cuarenta días del diluvio universal que concluyeron con el pacto de alianza establecido por Dios con Noé y de este modo con la humanidad, y en los cuarenta días de permanencia de Moisés en el Monte Sinaí, a los que siguieron el don de las tablas de la Ley. El período cuaresmal quiere invitarnos sobre todo a revivir con Jesús los cuarenta días que pasó en el desierto, rezando y ayunando, antes de emprender su misión pública. Nosotros emprendemos también hoy un camino de reflexión y oración con todos los cristianos del mundo para dirigirnos espiritualmente hacia el Calvario, meditando en los misterios centrales de la fe. De este modo, nos prepararemos para experimentar, después del misterio de la Cruz, la alegría de la Pascua de resurrección, o sea, para sellar el Nuevo y definitivo pacto de Dios con su Pueblo.
O sea, estos periodos de cuarenta que son los antecedentes bíblicos de la Cuaresma marcan un período de Camino hacia un encuentro con el Señor que establece un pacto con el pueblo. Es, por tanto, como indicaba el Bautista, un camino de preparación, de conversión para preparar el Encuentro con el Señor. Ante esto buscaba yo una estrella, constelación o planeta que lo pudiese iluminar, y mi búsqueda era estéril, cuando de repente, fijándome en la estrella más brillante de la constelación del Boyero (Arcturus), me vino a la imaginación “la estrella de los Magos”, aquella estrella que sacó a aquellos personajes de Oriente de su tierra, de su establecimiento, de sus seguridades, para ponerlos en camino y conducirlos, no hasta la luz de una estrella, sino a contemplar al que es “el Sol que nace de lo alto”, la Luz para alumbrar a las naciones que se hace presente en aquel niño que rompe la oscuridad de la noche de Belén. Esto me hizo pensar que la estrella de los magos les mueve a un itinerario hasta la Luz de Cristo, o sea, a una especie de “Cuaresma”.
Esa estrella de los Magos es la que nosotros tenemos que buscar hoy, pues ella sale a nuestro encuentro para sacarnos de nuestras seguridades y ponernos en camino hacia la Pascua, un camino marcado por la conversión, pero no una conversión al estilo de Juan el Bautista que llama a los hombres a la conversión, al cambio de vida para que pueda venir a ellos el Mesías, preparar el camino porque el Reino está a punto de llegar. Ahora el Reino está en medio de nosotros, y el Mesías ha venido trayendo la salvación, estamos salvados en Cristo Jesús, y convertirse significa creer en el evangelio, creer en la Buena Nueva de que la salvación es ofrecida al hombre como don gratuito de Dios; significa abrazar el Reino que ha llegado y darlo todo a cambio. Convertirse equivale a “tomar la decisión”, “la decisión decisiva”, porque de ella depende todo, la decisión de seguir tras el Maestro viviendo, unidos a Él, las exigencias del Reino de Dios, esto es la conversión: Dejarlo todo para tener el Reino.
Por ello, ahora que un año más va encenderse en nuestra vida diaria la estrella que va a conducirnos a través del desierto cuaresmal hasta llevarnos a la Pascua, la tarea que tenemos por delante es dejarnos llevar por el Espíritu de Dios que habita en nosotros y que nos conduce, no a la luz de las estrellas, sino a la única luz que vence a la tiniebla: la Luz nueva de Cristo Resucitado. Para comenzar nuestra Cuaresma recordemos las palabras del Ángel a las siete Iglesias del Apocalipsis: “El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” o, de otra manera: “El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice hoy a la Iglesia de Valdefierro”. Porque en esa escucha atenta del Espíritu es en lo que consiste la auténtica conversión del bautizado.

domingo, 15 de marzo de 2009

"AÑO INTERNACIONAL DE VALDEFIERRO" - EDITORIAL


(Publicado en El Porche nº 9, Febrero 2009)

El Año internacional de la Astronomía que estamos celebrando tiene en Valdefierro un eco especial. ¡Al fin y al cabo, aquí vivimos "en el cielo"!: la mayoría de nuestras calles llevan nombres de estrellas, planetas o constelaciones. De ahí que el consejo de redacción de El Porche haya querido declarar este año tan astronómico el "año internacional de Valdefierro". Y es que, en nuestro barrio, las estrellas son siempre tan visibles que bien se podría decir que es siempre de noche, pero que no falta nunca la luz. Por eso, la escena que os cuento a continuación, que se puede imaginar en cualquier lugar, tiene un especial significado y resonancia aquí, en Valdefierro.

"¡No podemos más!", resuena en la oscuridad una voz profunda, hecha de muchas voces. "Nos han sacado al desierto para matarnos de hambre, de sed y de cansancio. Nos han engañado. Nuestros guías han desaparecido, nos han abandonado en medio de esta soledad llena de malditos espejismos que nos hacen enloquecer. Ya sólo podemos contar con nuestras fuerzas. ¡Sálvese quien pueda!". Y el pueblo, sintiendo en el alma el frío aliento de la muerte, se desperdiga. Unos examinan el firmamento, para ver si las estrellas les indican el camino y el destino que les aguarda. Otros, desfallecidos de hambre, golpean sus varitas mágicas contra las piedras para ver si pueden transformarlas en panes, pues están convencidos de que eso es todo cuanto necesitan para vivir. La mayoría, llenos de miedo, murmuran sortilegios y hechizos para intentar librarse de los peligros que (están convencidos) les acechan en las tinieblas. Algunos, aprovechando el desconcierto general, gritan consignas y promesas a la muchedumbre en fuga, intentando hacerse sus dueños y conseguir con ello poder y gloria.
Y entonces llega él... Viene voluntariamente a este desierto abrasador, lleno de serpientes y alacranes. Las gentes abandonadas, como ovejas sin pastor, le ven sentarse a su lado, sufrir con ellos, compartir con ellos las frías e inacabables horas de la noche. Y les habla... Les cuenta lo que hay más allá del desierto: una tierra que mana leche y miel, en la que Dios es todo en todos y para todos... Un soplo de serenidad, y hasta de alegría, conforta y reúne a los que hasta hace poco huían. Al alba, él, el que ha acampado en medio del pueblo, se levanta y les invita a acompañarle hasta el amanecer. Y ellos, dejándolo todo al instante, le siguen...

martes, 10 de marzo de 2009

CÓMO LEER EL EVANGELIO Y NO PERDER LA FE


Fernando Orcástegui
(Publicado en El Porche nº 4, Octubre 2007)

En todas las iglesias cristianas, teólogos, exégetas y otros especialistas llevan mucho tiempo tratando de responder al reto de dar a la fe un lenguaje inteligible para el mundo actual. En concreto, los avances de las ciencias bíblicas han permitido un acercamiento nuevo a los textos sagrados. Sin embargo, esta nueva manera de interpretar la Biblia difícilmente llega a las bases de la iglesia. De manera que, mientras muchos cristianos permanecen en un infantilismo intelectual inculcado por siglos de tradición y paternalismo, que les lleva a continuar haciendo una lectura literal o fundamentalista de los relatos bíblicos, otros muchos abandonan la fe por honradez intelectual, pues la lectura crítica de los textos les lleva a renunciar a convertir sus creencias en un feudo ajeno a la razón. Otros se debaten con tensión entre esos dos extremos, y son pocos los que consiguen integrar en su fe una lectura significativa de la Sagrada Escritura. Para todos ellos está dedicada esta nueva sección de “El Porche”.
Centrémonos en el Nuevo Testamento, en concreto en los evangelios. Los textos del cristianismo primitivo no son biografías de Jesús como las actuales, ni libros en los que podamos encontrar certezas de tipo científico, histórico o geográfico. Son libros escritos para transmitir un mensaje religioso, la buena noticia de Jesús, y lo hacen con el envoltorio cultural y literario propio de la época. De manera que cuando los leemos desde esta perspectiva podemos descubrir un sentido que con frecuencia permanece oculto a la simple lectura literal. Digamos que los evangelios son como una nuez a la que hay que romper la cáscara para encontrar el fruto…
Hay muchos indicios que nos ayudan a entender y a interpretar correctamente: alusiones al Antiguo Testamento, símbolos y metáforas, personajes representativos, números, etc. Con frecuencia uno de los indicios que nos muestra el sentido de un relato es el contexto. Estamos acostumbrados a leer el evangelio a trocitos o a escuchar el fragmento correspondiente al domingo en la eucaristía, de manera que no sabemos lo que ocurre antes o después y así nos perdemos el verdadero sentido.
Pongamos un ejemplo. Marcos, en su capítulo 10, nos cuenta cómo Jesús llega a Jericó y allí cura al ciego Bartimeo. Para poder interpretar el sentido que el evangelista quiere dar a esta curación, es necesario caer en al cuenta de lo que ha ocurrido inmediatamente antes. Santiago y Juan, los dos discípulos llamados “los hijos del trueno”, lo que da idea de su carácter violento y autoritario, se acercan a Jesús para pedirle que el "día de su gloria”, es decir, cuando se proclame Mesías en Jerusalén y triunfe sobre sus enemigos, les conceda los puestos principales, uno a su derecha y otro a su izquierda; algo así como vicepresidente primero y segundo del gobierno revolucionario del Mesías. Jesús les contesta con dureza que no saben lo que están diciendo y que si están dispuestos a “beber el cáliz que el ha de beber”, es decir, a entregar su vida por amor como él va a hacer y que el Mesías no ha venido a ser servido, sino a servir.
En definitiva, en la petición de los discípulos y la respuesta de Jesús se pone de manifiesto el conflicto entre dos conceptos de mesianismo: el Mesías político, guerrero y triunfador con el que esperan compartir su poder los discípulos y el Mesías servidor que ofrece Jesús. Tras tanto tiempo juntos, los discípulos no han entendido nada o no quieren entender… permanecen ciegos al mensaje de Jesús.
Y es aquí, para remachar el mismo clavo y para señalar cómo la relación con Jesús es capaz de abrir los ojos a lo más ciegos y fanáticos, donde Marcos coloca el relato del ciego de Jericó. Hay varios indicios que nos ponen sobre la pista de que este ciego representa a los dos discípulos. Se llama Bartimeo, cosa curiosa ya que los evangelistas casi nunca nos dicen los nombres de los beneficiados por las curaciones de Jesús, Bartimeo quiere decir el hijo de Timeo, es decir, el hijo del “deseado” que era una de las maneras de referirse al Mesías. La calidad del Mesías que desea Bartimeo nos queda clara con su grito “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Un Mesías como David, el prototipo de rey poderoso y triunfador en el imaginario del pueblo de Israel. El ciego se encuentra sentado a la “orilla del camino”, ese lugar en el que, según nos ha contado Marcos en la parábola del sembrador, cae la semilla (el mensaje) y llegan los pájaros (Satanás, o sea, la ideología del poder y la injusticia) y se lleva la semilla.
El ciego, al menos, es consciente de su ceguera y clama a Jesús. Para dejar claro de qué tipo de ceguera se trata y poner el punto de mira en los discípulos ciegos de entendimiento y deseosos de poder, Jesús le pregunta “¿Qué quieres que haga por ti?”; exactamente lo mismo que ha preguntado a los dos discípulos en el episodio anterior: “¿Qué queréis que haga por vosotros?”.
Y es el propio ciego el que, animado por Jesús, produce el milagro: se hace consciente de su situación y pide a Jesús que le cure, es decir, da el paso que necesitaba para librarse de su falsa concepción del mesianismo que le impedía seguir a Jesús y acompañarle en su misión liberadora. Entonces deja a un lado su manto, lo que en la mentalidad bíblica quiere decir que es capaz de dejar a un lado su egoísmo personal y su afán de poder, ya que el manto significa la persona y el espíritu (lo que mueve a la persona desde lo más hondo). Sólo entonces recupera la vista y “le seguía por el camino”; liberado por fin de las ataduras que se lo impedían, puede prestar adhesión al proyecto de Jesús y seguirle por el camino.
Leído así, este relato pasa de ser un milagro en el que yo no puedo intervenir porque supera mis posibilidades de persona humana, a un episodio de mi propia vida en el que yo puedo participar… bien como ciego de tanto egoísmo, fanatismo, etc. que necesita recuperar la vista, bien como sanador que puede ayudar a otros a descubrir cómo liberarse de falsas concepciones que impiden o dificultan el seguimiento de Jesús.

EL BLOG DE LA REVISTA EL PORCHE DE LA PARROQUIA DE Nª Sª DE LOURDES, VALDEFIERRO (ZARAGOZA)

En este blog vamos a publicar los artículos que aparecen en la revista "El porche" que publica trimestralmente la Parroquia de Nuestra Señora de Lourdes del barrio de Valdefierro de Zaragoza.
Como presentación, os añadimos el editorial del primer número, que salió en diciembre de 2006. Aunque ahora no es Navidad, podréis conocer el propósito con el que nació nuestra revista.

Editorial
(Publicado en El Porche nº 1, Diciembre 2006)

El misterio de la Navidad consiste en que Dios nos ama tanto que se hace niño y de ese modo nos sale al encuentro para compartirlo todo con nosotros. Su presencia amorosa está siempre presente en nuestra vida y en lo más hondo de nuestro ser, hasta en los momentos más oscuros y difíciles, cuando parece que todo se tuerce o que nada tiene sentido. Cuando alguien siente la presencia de ese amor, se alegra como nunca antes, y su alegría se desborda en forma de risa y de sonrisa, de fiesta, de regalos, de luces, de cantos...: todo eso que solemos hacer por estas fechas.
El primer número de "El Porche", la revista que tienes en las manos, sale precisamente en Navidad. El deseo que la ha hecho realidad es muy navideño: con esta revista queremos crear un lugar de encuentro para todos los miembros de la parroquia y el barrio, un lugar donde podamos descubrir a Dios en nuestra vida y en la de los demás, un lugar para compartir y hacer fructificar los talentos que hemos recibido.
Hasta el nombre mismo de la revista, "El Porche", es navideño en cierto sentido. Con él nos referimos al porche de nuestra iglesia parroquial de Valdefierro, que después de cada misa se convierte en un lugar de encuentro y de convivencia: en él (cuando no tenemos que salir corriendo por alguna razón) nos saludamos, charlamos de mil cosas, vamos estableciendo lazos de amistad... De ese modo hacemos realidad en la calle, en nuestro porche, aunque sea sólo durante unos minutos, el misterio de la Navidad: Dios, que se ha acercado a nosotros, nos reúne y nos hermana, para que vivamos juntos la alegría de sabernos profunda y realmente amados. En el porche de la iglesia sentimos el amor de Dios en la sonrisa y el amor de los demás. Todos nos convertimos en reflejos de ese amor...
Una cosa más. Lo mismo que el porche de nuestra iglesia, esta revista quiere también estar abierta a todos, porque todos somos importantes y tenemos algo que decir: haznos llegar tus opiniones, tus ideas, tus artículos.
Esperamos que este primer número te guste. ¡Feliz Navidad!