martes, 17 de marzo de 2009

CUARESMA: ESTRELLA EN EL CAMINO HACIA LA LUZ PASCUAL

Manuel Romanos
(Publicado en El Porche nº 9, Febrero 2009)

En medio de este inmenso planisferio que es nuestro barrio de Valdefierro y contemplando este cielo estrellado que es este número de la revista, me toca a mí la misión de aguar un poco la fiesta anunciando que un año más nos preparamos en la Iglesia universal y, en concreto, en nuestra parroquia, para celebrar la Cuaresma, el itinerario cuaresmal de cuarenta días que nos llevará al triduo pascual, memoria de la pasión, muerte y resurrección del Señor, corazón del misterio de nuestra salvación. Es un tiempo propicio en el que la Iglesia invita a los cristianos a tomar una conciencia más viva del Misterio de Cristo y a vivir con más profundidad el propio Bautismo.
Con su duración de cuarenta días, la Cuaresma adquiere una indudable fuerza evocativa. Pretende recordar algunos de los acontecimientos que han marcado la vida y la historia del antiguo Israel, volviendo a presentarnos también a nosotros su valor: pensemos, por ejemplo, en los cuarenta días del diluvio universal que concluyeron con el pacto de alianza establecido por Dios con Noé y de este modo con la humanidad, y en los cuarenta días de permanencia de Moisés en el Monte Sinaí, a los que siguieron el don de las tablas de la Ley. El período cuaresmal quiere invitarnos sobre todo a revivir con Jesús los cuarenta días que pasó en el desierto, rezando y ayunando, antes de emprender su misión pública. Nosotros emprendemos también hoy un camino de reflexión y oración con todos los cristianos del mundo para dirigirnos espiritualmente hacia el Calvario, meditando en los misterios centrales de la fe. De este modo, nos prepararemos para experimentar, después del misterio de la Cruz, la alegría de la Pascua de resurrección, o sea, para sellar el Nuevo y definitivo pacto de Dios con su Pueblo.
O sea, estos periodos de cuarenta que son los antecedentes bíblicos de la Cuaresma marcan un período de Camino hacia un encuentro con el Señor que establece un pacto con el pueblo. Es, por tanto, como indicaba el Bautista, un camino de preparación, de conversión para preparar el Encuentro con el Señor. Ante esto buscaba yo una estrella, constelación o planeta que lo pudiese iluminar, y mi búsqueda era estéril, cuando de repente, fijándome en la estrella más brillante de la constelación del Boyero (Arcturus), me vino a la imaginación “la estrella de los Magos”, aquella estrella que sacó a aquellos personajes de Oriente de su tierra, de su establecimiento, de sus seguridades, para ponerlos en camino y conducirlos, no hasta la luz de una estrella, sino a contemplar al que es “el Sol que nace de lo alto”, la Luz para alumbrar a las naciones que se hace presente en aquel niño que rompe la oscuridad de la noche de Belén. Esto me hizo pensar que la estrella de los magos les mueve a un itinerario hasta la Luz de Cristo, o sea, a una especie de “Cuaresma”.
Esa estrella de los Magos es la que nosotros tenemos que buscar hoy, pues ella sale a nuestro encuentro para sacarnos de nuestras seguridades y ponernos en camino hacia la Pascua, un camino marcado por la conversión, pero no una conversión al estilo de Juan el Bautista que llama a los hombres a la conversión, al cambio de vida para que pueda venir a ellos el Mesías, preparar el camino porque el Reino está a punto de llegar. Ahora el Reino está en medio de nosotros, y el Mesías ha venido trayendo la salvación, estamos salvados en Cristo Jesús, y convertirse significa creer en el evangelio, creer en la Buena Nueva de que la salvación es ofrecida al hombre como don gratuito de Dios; significa abrazar el Reino que ha llegado y darlo todo a cambio. Convertirse equivale a “tomar la decisión”, “la decisión decisiva”, porque de ella depende todo, la decisión de seguir tras el Maestro viviendo, unidos a Él, las exigencias del Reino de Dios, esto es la conversión: Dejarlo todo para tener el Reino.
Por ello, ahora que un año más va encenderse en nuestra vida diaria la estrella que va a conducirnos a través del desierto cuaresmal hasta llevarnos a la Pascua, la tarea que tenemos por delante es dejarnos llevar por el Espíritu de Dios que habita en nosotros y que nos conduce, no a la luz de las estrellas, sino a la única luz que vence a la tiniebla: la Luz nueva de Cristo Resucitado. Para comenzar nuestra Cuaresma recordemos las palabras del Ángel a las siete Iglesias del Apocalipsis: “El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” o, de otra manera: “El que tenga oídos que oiga lo que el Espíritu dice hoy a la Iglesia de Valdefierro”. Porque en esa escucha atenta del Espíritu es en lo que consiste la auténtica conversión del bautizado.

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