domingo, 27 de octubre de 2013

¿CÓMO ORAMOS ANTE DIOS?

Misa dominical 27/10/2013 Parroquia Nuestra Señora de Lourdes. Valdefierro.

Monición de Entrada

Buenos días.
Hoy domingo nos volvemos a reunir en nuestra misa semanal en Valdefierro. Y venimos porque queremos acercarnos a Jesús y a nuestros vecinos, nuestros amigos. Ya hemos hablado de que uno de los caminos necesarios para conocer a Jesús pasa por la oración. Y efectivamente nuestra misa dominical es una oración. Nuestra oración comunitaria que, por cierto, hoy se prolongará por la tarde en la asamblea parroquial.
En el evangelio de hoy se nos señala claramente cual tiene que ser nuestra actitud en la oración. Muchas veces caemos en la autocomplacencia y nos sentimos afortunados porque somos gente buena, que venimos a la parroquia, a misa, que tratamos de vivir en el amor, que luchamos, dentro de nuestras posibilidades, por un mundo más justo. Nuestra manera de rezar entonces puede ser parecida a la del fariseo y pensamos “Gracias Señor porque no soy como los demás”. En ese demás podemos meter: los opresores capitalistas, los banqueros sin alma, los convictos por delitos, los que no acuden a la iglesia…… Seguimos pensando que somos mejores que los demás y olvidamos que somos todos pecadores y que todos necesitamos de la misericordia de Dios. El Papa Francisco comentó el otro día, tras hablar con unos presos (cosa que hace a menudo): «Cada vez que llamo a los presos de Buenos Aires, de vez en cuando lo hago para charlar un rato, me pregunto: "¿Por qué él y no yo?", ¿merezco yo más que él para no estar allí?, ¿por qué él ha caído y yo no? Es un misterio que me acerca a ellos»
Comencemos esta Eucaristía con la misma actitud de humildad del Papa, reconociendo que necesitamos siempre de la misericordia y de perdón de Dios y de nuestros hermanos porque somos limitados y que no debemos juzgar a los demás.

Acto penitencial

A veces nos creemos justos y superiores a los demás. Señor, ten piedad.
Nuestros oídos tienen mucho ruido y a veces no oímos los gritos de los pobres. Cristo, ten piedad.
Señor, tú estás cerca de los que tienen el corazón destrozado, y escuchas la plegaria de los humildes. Señor, ten piedad. 

Monición a las lecturas

1ª Lectura:

En el texto bíblico, seguimos profundizando en torno a la oración, en este caso la que brota de los labios del pobre. Su plegaria siempre es acogida por Dios. Él nunca desoye a los que le suplican. Sus gritos llegan siempre al corazón bondadoso del Señor.


2ª Lectura:


Según la reflexión del apóstol, hay dos maneras de ser discípulos de Cristo: una es gastar la vida día a día tratando de dar a conocer el nombre de Jesús; otra, derramar la sangre por su causa. Pablo supo entregarse de las dos maneras; sólo su confianza firme en el Señor fue su apoyo.


Evangelio:


El relato evangélico describe dos modos de estar delante de Dios. La oración del fariseo y del publicano. Dios mira el corazón más que las palabras. En la oración se manifiesta el ser del orante. Dios rechaza la oración de la persona pagada de sí misma, con aires de superioridad moral, pero escucha la del pecador consciente y reconocedor de su pobreza interior. ¿Cómo oramos ante el Señor?, es la pregunta clave que Jesús nos plantea en este día. 


Oración de los fieles

Por la Iglesia, que somos nosotros, el pueblo salvado por el amor de Dios, para que no rechacemos o alejemos a nadie con actitudes de superioridad moral. Roguemos al Señor.
Por todos aquellos a quienes se ha encomendado de manera especial en la Iglesia el ministerio de reconciliación, para que sean intransigentes con el mal y, sin embargo, sepan acoger a los pecadores penitentes con respeto, bondad y compasión. Roguemos al Señor.
Por los gobernantes de las naciones y por los servidores públicos, para que, como Dios mismo, estén atentos y atiendan especialmente a los pobres y marginados. Roguemos al Señor.
Por los que son ricos en posesiones y en talentos recibidos de Dios, para que no miren con desprecio a los menos privilegiados, sino que inviertan su riqueza y sus cualidades para el crecimiento y bienestar del país y del pueblo. Roguemos al Señor.
Por cada uno de nosotros en nuestra comunidad de Valdefierro; para que nos percatemos de lo pobres que somos ante Dios y ante los hermanos, y estemos abiertos a una renovación y conversión constantes. Roguemos al Señor. 

Y una reflexión de Jose Antonio Pagola, para terminar...


"¿QUIÉN SOY YO PARA JUZGAR?

La parábola del fariseo y el publicano suele despertar en no pocos cristianos un rechazo grande hacia el fariseo que se presenta ante Dios arrogante y seguro de sí mismo, y una simpatía espontánea hacia el publicano que reconoce humildemente su pecado. Paradójicamente, el relato puede despertar en nosotros este sentimiento: “Te doy gracias, Dios mío, porque no soy como este fariseo”.
Para escuchar correctamente el mensaje de la parábola, hemos de tener en cuenta que Jesús no la cuenta para criticar a los sectores fariseos, sino para sacudir la conciencia de “algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”. Entre estos nos encontramos, ciertamente, no pocos católicos de nuestros días.
La oración del fariseo nos revela su actitud interior: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás”. ¿Que clase de oración es esta de creerse mejor que los demás? Hasta un fariseo, fiel cumplidor de la Ley, puede vivir en una actitud pervertida. Este hombre se siente justo ante Dios y, precisamente por eso, se convierte en juez que desprecia y condena a los que no son como él.
El publicano, por el contrario, solo acierta a decir: “¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador”. Este hombre reconoce humildemente su pecado. No se puede gloriar de su vida. Se encomienda a la compasión de Dios. No se compara con nadie. No juzga a los demás. Vive en verdad ante sí mismo y ante Dios.
La parábola es una penetrante crítica que desenmascara una actitud religiosa engañosa, que nos permite vivir ante Dios seguros de nuestra inocencia, mientras condenamos desde nuestra supuesta superioridad moral a todo el que no piensa o actúa como nosotros.
Circunstancias históricas y corrientes triunfalistas alejadas del evangelio nos han hecho a los católicos especialmente proclives a esa tentación. Por eso, hemos de leer la parábola cada uno en actitud autocrítica: ¿Por qué nos creemos mejores que los agnósticos? ¿Por qué nos sentimos más cerca de Dios que los no practicantes? ¿Qué hay en el fondo de ciertas oraciones por la conversión de los pecadores? ¿Qué es reparar los pecados de los demás sin vivir convirtiéndonos a Dios?
Recientemente, ante la pregunta de un periodista, el Papa Francisco hizo esta afirmación: “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”. Sus palabras han sorprendido a casi todos. Al parecer, nadie se esperaba una respuesta tan sencilla y evangélica de un Papa católico. Sin embargo, esa es la actitud de quien vive en verdad ante Dios."
José Antonio Pagola.