domingo, 5 de noviembre de 2017

SOLO EL AMOR LIBERA

EUCARISTÍA DEL DOMINGO 5 DE NOVIEMBRE 2017

MONICIÓN DE ENTRADA

- Buenos días hermanas y hermanos!

Estamos acostumbrados, quizá demasiado, a que nos digan qué es lo que debemos y no debemos hacer. Vivimos en un mundo lleno de normas y prohibiciones, supuestamente necesarias para vivir en sociedad. Ya desde bien niños aprendemos el significado de estas palabras: “no hagas…”, “no digas…”, “no debes…”.

Tenemos normas de todo tipo: sociales, políticas, económicas… y normas religiosas. Desde mucho antes de que naciera Jesús había montones de normas religiosas.

- Jesús, como podemos comprobar a través del Evangelio, no es un hombre de demasiadas normas ni prohibiciones. Más bien le conocemos como alguien que invita, que convence, que seduce desde la libertad de cada ser humano. Es un hombre que libera, que alivia las cargas. Y sobre todo es alguien coherente con su vida.

En la Palabra de hoy vamos a ver a un Jesús indignado y muy crítico. Un Jesús que recrimina y suelta una buena regañina por la falta de coherencia de todos aquellos que se creían los mejores, los cumplidores de la ley; aquellos que en lugar de ayudar y ser esperanza para el pueblo, les agobian, les cargan todo el peso de una ley que ellos no cumplen y les hunden en la desesperanza.

Que esta Eucaristía sirva para llevarnos a reflexionar sobre nuestra coherencia cristiana. Si es el mensaje de Jesús lo que estamos llevando a la vida, o es otra cosa.


¡PERDÓN SEÑOR!

Por nosotros que decimos y no hacemos.
Que hablamos y no vivimos.
Que pedimos y no damos.
Que nos “gustan tus cosas”,
pero no nos comprometemos.
Que decimos serte fieles y
muchas veces te olvidamos.
Que queremos servirte y
se nos ha olvidado lo que es servir.
Que queremos ser los primeros en todo
y nos olvidamos de los otros.
Hoy, desde lo hondo de mi pequeñez
elevo a Ti mi oración, suplicándote…
¡Perdón, Señor, perdón!

HOMILÍA

Jesús se indigna con la sociedad de su tiempo, especialmente con los fariseos, porque obligaban a la gente a cumplir cientos de leyes y ellos sin embargo, aunque aparentaban, no las cumplían. Porque se creían superiores y mejores que los demás; porque querían tener el poder y les gustaba ser los primeros.

Esta regañina de Jesús podemos trasladarla hasta nuestros días. Hoy, Jesús, nos seguiría diciendo lo mismo. Los que nos llamamos cristianos, muchas veces no somos mejores que los fariseos del tiempo de Jesús.

Hoy os invitamos a esta reflexión:

-Si estoy convencido de que lo que deseo es seguir de cerca los pasos de Jesús, tengo que ser coherente.

-Si estoy seguro de que la paz es el único camino para construir un mundo mejor, ¿por qué sigue habiendo odio y violencia en mis palabras y sentimientos en tantas ocasiones? ¿Por qué sigo criticando injustamente a los que no piensan como yo?

-Si creo que la verdad me ayudará a ser más libre, ¿por qué sigo engañando a los demás y a mí mismo? ¿por qué busco justificaciones de algunos de mis comportamientos? ¿por qué me cuesta tanto ser sincero?

-Si estoy de acuerdo en que hay que jugar con todos y aceptar a todos como son; si estoy de acuerdo en que hay que compartir, en que todos somos iguales…¿por qué me enfado cada vez que otros ganan en el juego? ¿por qué pido tantos juguetes a los Reyes cuando sé que hay niños que no tienen nada? ¿por qué me peleo tanto con mi hermano?

- Si estoy convencido de que la educación, el trabajo, la vivienda, la sanidad, son un derecho de todas las personas, y por tanto es importante que todos puedan acceder a ellos, ¿por qué no estoy atento siempre en la clase? ¿por qué prefiero estar con el móvil a estar estudiando? ¿por qué a veces no valoro mi trabajo? ¿por qué tenemos tanto miedo a acoger en nuestra casa a los que carecen de ella? ¿por qué a veces no cuidamos ni valoramos nuestra salud? ¿y por qué otras veces derrochamos tantos medicamentos?

- Si creo que la Tierra es un regalo valiosísimo que hay que cuidar y proteger, ¿por qué derrocho tanta agua? ¿por qué genero tantos desperdicios? ¿por qué colaboro en su contaminación?

- Si estoy convencido de que la justicia, la solidaridad y la generosidad son necesarias para que la riqueza esté repartida de forma igualitaria entre todos, ¿por qué solamente doy de lo que me sobra? ¿por qué primero lleno mi estómago y aseguro mi comodidad antes que atender a las necesidades de los demás?

- Si creo que en las palabras de Jesús sobre el perdón y la misericordia, ¿por qué me cuesta tanto perdonar y pedir perdón?

- Si como Jesús creo en el importancia de la oración y la relación con Dios, ¿por qué siempre busco excusas para no hacer oración, por qué me cuesta tanto hacer silencio y escuchar en mi corazón la voz de Dios?

- Si creo que Dios es mi único Padre-Madre, ¿por qué busco otros “dioses” en quien confiar (dinero, seguridad, poder…)?

- Si creo que Jesús es mi único maestro, ¿por qué me creo mejor que otros?, ¿por qué me creo poseedor de la verdad? ¿por qué no veo en todas las personas a mis hermanos?

Todas estas cosas, y puede que muchas más, decimos pero no hacemos. ¿Cómo vamos a ser ejemplo de Jesús y del Evangelio? ¿Cómo vamos a llevar a aquellos que lo necesitan la esperanza de un mundo mejor si nosotros no somos los principales portadores de esa esperanza? ¿Cómo va a cambiar el mundo si no cambiamos primero nosotros?

Ojalá que esta reflexión nos haya servido a todos para intentar ser más coherentes en nuestra vida. Solo desde el servicio y desde el amor podremos convencer de que otro mundo mejor es posible.

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