viernes, 21 de febrero de 2020

VIVIR DESDE DENTRO

     Nuestro cuerpo alberga una gran cantidad de huesos, músculos, articulaciones, vísceras, vasos sanguíneos, agua… Todo ello engranado perfectamente para dar vida. Respiramos el aire del exterior, recibimos la luz del sol, nos alimentamos, nos vestimos, respondemos a los estímulos a través de nuestros sentidos e interactuamos con el mundo que nos rodea. La complejidad y la perfección de nuestro cuerpo parecen un milagro. No es necesario tener conocimientos de anatomía para descubrir esto. 
    Millones de cuerpos, todos diferentes, y, lo más sorprendente de todo, en cada cuerpo, un ser único, capaz de muchísimas cosas. En lo más profundo de cada uno nacen las cosas más hermosas, los sentimientos, los deseos, los sueños y las ilusiones. Aunque también es cierto que de dentro nacen las angustias, los miedos y las dudas. 
    Utilizamos con frecuencia expresiones como: “me ha dado un vuelco el corazón”, cuando de repente percibimos una situación de peligro en alguien a quien amamos; “tengo un nudo en la garganta”, cuando nos emocionamos; “tengo un nudo en el estómago”, cuando algo me produce miedo o ansiedad; “me han dado una patada en el estómago”, cuando me siento traicionado; “tengo el corazón en un puño”, cuando soy capaz de sentir el dolor de los demás… El interior de nuestro cuerpo, nuestras vísceras y nuestros sentimientos están totalmente conectados. 
    Aprender a conocernos es imprescindible para aprender a querernos, el primer paso para vivir desde dentro. 
    Conozco a personas a las que les da miedo mirarse; me refiero a mirarse de verdad. Yo también he pasado alguna etapa de mi vida en la que me asustaba. Y claro, vivía hacia fuera. Me ponía nerviosa la posibilidad de no gustarme y compararme continuamente con otros, o simplemente sentía que mirarme me iba a complicar la vida demasiado. Y sí, encontrarse con uno mismo para vivir desde ahí implica algunas cosas.
     Primero, mirarse, aceptarse, gustarse y quererse. A veces nos ponemos demasiado “maquillaje”.
     Después, aprender a escucharse.
     Reconocer lo que nos hace daño y trabajar para ir sacándolo de nosotros y “dejándolo de lado”.
     Dejarnos sorprender por todo lo que somos capaces de sentir, de crear.
     Tener siempre los pulmones abiertos para reír, para llorar, para gritar, para simplemente respirar… Y un montón de cosas más.
     Pero, sobre todo, vivir desde dentro lleva consigo descubrir que estamos “habitados” por alguien maravilloso, algo,… llámalo como quieras, yo digo “Dios”.
     Cuando nos lanzamos al fondo del pozo que tenemos “en las tripas” y nos encontramos a nosotros mismos, todo se ve de otra manera. Entonces aprendemos a mirar, aceptar y querer a los demás; a escuchar; a no dejar entrar lo tóxico, lo que nos va a hacer daño; nos sorprendemos cada día por el regalo de la creación, por la naturaleza, por la vida, por la amistad; lloramos y reímos con el otro, somos capaces de gritar y denunciar la injusticia, respiramos cada detalle que la vida nos regala… Y muchas cosas más.
     ¡Ah! Y contagiamos nuestro espíritu y el amor de quien nos habita, de Dios, allá donde nuestros pies y nuestro corazón nos llevan. 

    Para terminar, quería compartir un pequeño consejo que recibí hace unos días por Whatsapp: “Si un día te sientes vacío… come; es HAMBRE”. 
    Parece un chiste, ¿verdad? Pues es muy cierto. Muchas personas, entre las que me incluyo, nos sentimos vacías en más ocasiones de las que nos gustaría. La solución para ese “vacío” no es otra que “comer”, alimentarse. Y ahí cada uno sabrá de qué. Hay muchos tipos de “comida”: las que son apetitosas pero engordan o sientan fatal, las que dejan con hambre, las sosas, … y también están las comidas que nos aportan lo que realmente necesitamos, las que nos dan energía, las que nos cuidan y verdaderamente nos alimentan. ¡Ahí queda eso! 
                                                              Pilar Moreno

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