lunes, 2 de diciembre de 2019

UNA IGLESIA CON CORAZÓN

Revista "El Porche" nº 41, diciembre 2019

Estos días está ingresada, en el centro de salud de Abobo, Akello, una niña con síndrome de Down y una cardiopatía bastante grave, pero que es una luchadora y ya casi tiene dos años. En Abobo, los niños cardiopáticos (con alguna enfermedad o lesión cardíaca) tienen pocas probabilidades de vivir… Primero, no crecen bien, se van quedando malnutridos, no tienen energía para vivir y, aunque logremos con las ayudas que nos llegan, mandarles a la capital a ver a algún especialista de corazón, algunos no sobreviven al viaje y sólo unos pocos después de años de tratamiento han conseguido ser operados y vivir. 

Con Akello está su madre, Ajulu… Las mamás de estos niños parece que compensan la dificultad de sus hijos y son de un corazón grande, fuerte y generoso. Ajulu se desvive por su pequeña tan frágil. Lleva días ingresada y ahí está, día y noche, cuidándola con una ternura extraordinaria. Si no duerme Akello, tampoco duerme ella. Se preocupa, pero es una mujer paciente que permanece una y otra vez, pasando un ingreso tras otro, cansada pero con una sonrisa tierna y protectora de la hija más débil y necesitada. 

A veces nuestra Iglesia, en algunos temas y ocasiones, también parece un poco cardiopática, como Akello… Una Iglesia que no crece porque no transmite vida, no late con fuerza por las causas de sus hijos e hijas, especialmente de los más débiles. Nuestra Iglesia como madre necesita un verdadero trasplante… un corazón que la aleje de su mundo de moral y jerarquía, de poder y formas pasadas. Un corazón que se abra al verdadero cambio, al latir del pueblo, de la realidad, de los jóvenes y ya no tan jóvenes que ya no le entienden nada; un corazón también femenino que le complemente y enriquezca, que le contraste y aporte… ¿Llegará algún día este trasplante y nuevo corazón? ¡Esperemos que sí! 

Pero la Iglesia no es sólo la institución… Somos todos y todas en nuestras parroquias y comunidades… Me encanta la Iglesia que forman las comunidades como Ajulu, con un gran corazón, fuerte y tierno que sabe servir sin mirar el reloj ni pedir nada a cambio. Hay muchas comunidades que son así, y verdaderamente emocionan. Comunidades con corazón, que laten con-pasión, en las fronteras, que se desviven por su gente y sus vecinos con más necesidad, por los niños, los ancianos, los solos, los desvalidos, los inmigrantes, los que sufren… Comunidades también con un corazón abierto, al lado de la debilidad de cada persona, sin rechazar lo distinto, sin juzgar, acogiendo lo imperfecto de cada uno y tratando de sacar lo mejor de cada persona. Un corazón sano bombea vida a cada célula de nuestro cuerpo para ayudarle a caminar… Una comunidad con corazón son estas que laten y contagian vida y sentido con alegría, y así promueven el latir y la participación de todas y todos, por igual, comunidad corresponsable, donde ninguno es más que otro.
Y es que el corazón, como pasa con los deportistas, cuanto más ejercicio hace, más se desarrolla y se hace fuerte y resistente. Para el corazón de una comunidad, el mejor deporte es Amar. Cuanto más se entrena uno en amar, más capacidad se tiene de seguir amando y más crece sano y sabio.

En una Iglesia con corazón… por sus venas y arterias, por todo su cuerpo, corren personas enamoradas de Jesús, personas con corazón. La comunidad necesita personas con corazón, y especialmente con un corazón agradecido. Últimamente estoy leyendo un poco y aprendiendo sobre la gratuidad. Qué importante sentirnos cada mañana agradecidos de empezar un nuevo día y dispuestos a agradecer cada persona y momento que vivimos, siendo conscientes de tanto que se nos regala a cada instante, cada día. A mí no me resulta nada fácil, ante tantos obstáculos que parece que ponen algunos días y algunas personas… Pero sólo vivir en ese intento ayuda a mi corazón a seguir con sentido, a fluir, a no perder peso y fuerza como Akello y seguir latiendo…

Ojalá vayamos curando poco a poco esas cardiopatías personales, comunitarias e institucionales y vayamos creciendo en ternura, agradecimiento y acogida para latir con esperanza. Que en todos nuestros corazones Jesús sea el principal marcapasos que nos guíe con su ritmo en el camino de la vida. ¡Buen ejercicio!
María Taboada
Hospital y escuela de Abobo (Etiopía)

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