EL PORCHE 38 (DICIEMBRE 2018)
Os dejamos aquí el editorial que le sierve de presentación:
Hay
días en que cuesta levantarse de la cama. Y no es solo por cansancio físico,
sino por fatiga mental, porque estamos cansados de la vida, que nos inflige
heridas, derrotas y fracasos y nos acarrea altas dosis de desencanto y
tristeza. En esos momentos duros de algunas mañanas, la cama se nos convierte
en un refugio del que no queremos salir.
No es raro que, sobre todo con los
años, nos crezca dentro cierto resentimiento contra la vida. Esto es lo que nos
lleva, imperceptiblemente, a huir de ella:
necesitamos marcharnos, evadirnos, romper con
lo cotidiano, y solo a regañadientes volvemos a la rutina de todos los días;
vivimos de espaldas a la mayor parte de
lo que nos toca vivir, soñando que la única vida que merece la pena es la del
ocio, el viaje de placer y el consumismo;
si alguien nos preguntara si estaríamos
dispuestos a vivir de nuevo nuestra vida, pasando de nuevo por todo cuanto
hemos vivido, la mayoría diríamos que no, porque soñamos con otra vida, una
vida sin trabajo, sin trabas, sin dolor, sin contratiempos, sin molestias,
edulcorada y perfecta.
No hace falta recurrir a Jesús y a
su Evangelio para mostrar lo erróneo de este planteamiento vital nuestro. Basta
con recordar a Nietzsche (en apariencia tan lejano de nuestra fe, pero en
realidad muy cercano a su clave esencial): para él, el verdadero ser humano (el
“superhombre”) es aquel capaz de amar plena y profundamente cada segundo de su vida, sin importarle
lo que ese segundo le traiga de bueno o de malo. Dicho con palabras de Kipling:
“Si llenas el minuto inolvidable y cierto / de sesenta segundos que te lleven
al cielo, / todo lo de esta tierra será de tu dominio, / y mucho más aún: /
¡serás hombre, hijo mío!”.
J. P. Tosaus
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