EDITORIAL PORCHE 19
Cuentan que la
orquesta del Titanic se hundió sin dejar de tocar. Y todo el mundo la recuerda
por ello. En medio del caos, del terror, de un barco que se hundía, aquellos
músicos mantuvieron la serenidad suficiente para seguir interpretando su melodía
sin desafinar. Mientras todos corrían desesperados buscando salvarse, ellos
eligieron morir como habían vivido, con una grandeza de héroes de tragedia
griega.
En medio de nuestros
miedos y terrores se hace presente también una figura que se enfrentó a la
muerte con una dignidad desconcertante, sin gritos, sin aspavientos, sabiendo
que de ese modo mantenía su coherencia con lo que había vivido: Jesús de
Nazaret. Pero él, a diferencia de los músicos del Titanic, no quedó sumergido
en las tinieblas de la muerte. Su coherencia, su confianza en Dios, recibieron
una inequívoca respuesta del Padre: la resurrección. Por eso el Resucitado,
lleno del Espíritu Santo, puede prolongar su presencia a lo largo del tiempo y
el espacio. Por eso también entre nosotros, en medio de los males del mundo, de
esos males que nos perturban y aterran, se hace presente trayéndonos la paz. No
la paz que resuelve mágicamente problemas, ni esa otra que se identifica con la
resignación. Es la serenidad confiada en las manos de Dios, que permite seguir
haciendo lo que debemos hacer, pese a las inquietudes, los miedos y los
naufragios... "No tengáis miedo... Yo estoy con vosotros...".
J. Pedro Tosaus
No hay comentarios:
Publicar un comentario