En este tiempo de pandemia hemos oído mucho esta moderna expresión de “reinventarse”. Al cambiar las circunstancias o la realidad que vivimos, al venir una dificultad o un contratiempo, a menudo nos sale luchar contra ella, rebelarnos, quejarnos o pedir que sea diferente. En cambio estamos aprendiendo de muchas personas que es mucho más sabio aceptar y acoger lo que ya es. Aceptar no es resignarse, sino hacer las paces con la realidad, asumir el cambio que ya se ha producido aunque sea doloroso y, si es necesario, reinventarse; en definitiva, cambiar la mirada.
Me parece que algo de estos cambios los hemos vivido todas con la pandemia que hemos y estamos viviendo, y también a lo largo de toda nuestra vida en mayor o menor media. Comenzando con cambios en principio más superficiales, como tener que usar gel, distanciarnos, no saludarnos como antes…, pero que implican también cambios más profundos en nuestra forma de relacionarnos, trabajar, celebrar y de ver el mundo. Ojalá que sea una oportunidad, una invitación, para revisar nuestra mirada en todos los sentidos, sobre nosotros mismos, sobre los demás, sobre nuestras creencias, nuestra vida, y para reinventarnos de manera positiva y esperanzada.
De una mirada quejosa, que solo mira lo que falta, lo que está mal, lo que podría pasarme y no me pasa, lo que podría tener y no tengo…, a una mirada agradecida de la realidad: agradecer cada día, cada persona, cada acontecimiento y confiar, poner la mirada más en la oportunidad y en lo que ya podemos disfrutar.
De una mirada superficial, de ver más bien lo exterior, las apariencias, lo que nos gusta o no de las personas, a una mirada más profunda, que nos invita a comprender que cada persona no es otro distinto de mí, que somos parte de lo mismo, parte de una misma fuente, y por lo tanto nos invita a una compasión inevitable con nosotros mismos y con todas las demás personas.
De una mirada de separación, donde yo soy y lo demás ya veremos, a una mirada de unidad donde todo está interconectado. Unidad con todos los seres, con todas las cosas; y esto conlleva a su vez, irremediablemente, una mirada más ecológica y comunitaria a nuestro estilo de vida, a nuestros hábitos consumistas, y nos lleva a hacernos algunas preguntas clave muy prácticas como… dónde compro, qué compro y cómo compro. Qué difícil, pero qué importante, es desarrollar cada vez más esta mirada ecológica y a la vez solidaria con las nuevas generaciones y con tantas personas que ya hoy viven muy afectadas por tanto cambio climático, por nuestra forma de vivir.
De una mirada ciega, que me creo todo, sin cuestionar nada, lo de siempre…, a una mirada con luz, donde asumir con responsabilidad nuestra espiritualidad, atender las inquietudes que nos surgen y buscar la verdad con lucidez, sin miedo a descubrir otras respuestas u otras preguntas sobre nuestras creencias y acoger con madurez lo que en lo más profundo vaya surgiendo.
En este tiempo, más allá de la pandemia, pero coincidiendo con algunos aprendizajes de ella, estoy invitada a vivir con más calma, más despacio, más atentamente… Y es que la vida en este momento me está invitando a hacer un viaje distinto, después de tantos que he hecho en mi vida… Y este es un viaje mucho más interesante y misterioso, arriesgado y liberador…. Es un viaje al interior, al silencio y profundidad de lo que soy y somos y que implica realmente un cambio de mirada radical.
Y desde mi experiencia me voy reinventando con esta nueva
mirada, descubriendo y valorando el silencio atento, que habla al corazón y es
sabiduría. Desde esta mirada más atenta redescubro la vida y voy
aprendiendo. Me resulta difícil, pero de una riqueza grande, vivir más el presente,
poner más atención a cada momento, a cada persona y acontecimiento y no estar
siempre pensando en lo que viene o en lo que diré o haré después. Hoy vivo sin planes
hechos, sin seguridades, abierta a acoger la vida como va viniendo, para ir
encontrando los caminos para servirla, cada día desde una mirada cada vez más
profunda, una mirada nueva.Ojalá nos podamos contagiar unos a otros, esta vez sí, sin
temores, nuestras miradas nuevas, nuestra profundidad, aprendizajes y
esperanzas que nos alientan y sostienen. Feliz adviento a todas y todos.
María Taboada
El Porche nº 46
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